"Un ejército sin espías es como un hombre sin ojos y sin oídos"
Chia Lin, citado por el maestro Sun Tzu en "El arte de la guerra"
Por Colectivo Alborán*
Tras casi ocho lustros, el actual Régimen, más longevo aún que el que surgió en 1939 y encabezó el Generalísimo Franco, ha impuesto a España el modelo que sociedad que, sin duda alguna, deseaba. Y eso en todos los sentidos.
En el ámbito de la Defensa, tras ese dilatado tiempo, estamos ante la liquidación, o mejor, el saldo, de lo que fueron los Ejércitos de España. Pero no solo están reducidos a la mínima expresión y dotados con recursos ridículos, es que a su moral militar le ocurre lo mismo.
Y no es cosa de ahora, desde UCD, el PP ha hecho esta política, en perfecta coordinación con el PSOE. En ningún otro campo ha habido más consenso entre todas las Legislaturas.
El Régimen ha conseguido los Ejércitos que quería, es decir, los ha anulado, o, mejor, jibarizados. Y mientras, ha convertido a España en un estado Policial. Pero, eso sí, "haciendo caja", al menos algunas personas físicas y jurídicas, con el desbarate de las infraestructuras, las industrias de defensa y los recursos logísticos, incluidos los sementales y las palomas mensajeras (unos recursos, por otra parte, únicos en España), por no hablar de las ventas y desguaces del portaviones y el 25 % de sus cazas Harrier, así como otros barcos mayores, los cazas Mirage F1 y los carros Leopard.
En esencia, los Ejércitos que nominalmente manda el Rey (varias disposiciones le han quitado los poderes y, a pesar del Artículo 62 de la Constitución, dejó de ser Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas –FAS- por la Ley Orgánica I/1984), son más de “funcionarios obedientes” que de guerreros, y son, comparativamente, los menores del mundo según los índices de población y producto interior bruto. Y eso en momentos de grave inestabilidad mundial (crisis estadounidense, prepotencia económica china, incremento del terrorismo islámico e inestabilidad en el Mediterráneo, y un no corto etcétera, a lo que hay que añadir el gravísimo riesgo de fractura interna tras decenios de separatismos consentidos).
Y no es solo fue este caso una flagrante muestra de las violaciones de la Constitución en materia de Defensa, también lo fueron la “suspensión” (supresión en la práctica) del derecho y deber de defender a la Patria (Servicio Militar), y el sacar a los Cuerpos de Sanidad, Farmacia, Veterinaria, Jurídicos, Interventores, Músicos, y la UME, de las FAS, para integrarlos en el Ministerio de Defensa.
Pero, veamos una mínima demostración de todo lo anterior.
En la esfera de Personal, las Fuerzas Armadas españolas tuvieron en 2013 una “plantilla mínima”, fijada por ley de la Carrera Militar de 2007, de 130.000 personas (47.500 militares de carrera, 1.500 de complemento y 80.000 miembros de tropa y marinería; el máximo eran 140.000) … que, por enésima vez, no se cubrieron, quedándose en menos de 123.000 (44.739 cuadros de mando y 78.240 soldados y marineros, según cifras de Defensa en diciembre último). Eso sí, con el ridículo refuerzo de 4.500 abnegados reservistas voluntarios (España no cuenta ni con Ley de Movilización ni con estructuras para ello). A ellos hay que restar los 4.300 miembros de la UME, que son una “Protección Civil” duplicada, cara y segregada a los Ejércitos, de cuya cadena de mando no dependen directamente.
A ello hay que añadir la nueva propuesta que, a modo de reglo de Reyes, nos ha traído la Pascua Militar, haciéndonos, de nuevo, la pascua: “mantener solo el 10% de sus actuales mínimos Ejércitos listos para el combate”. Esa Fuerza de Acción Conjunta supone el 9% de los 110.000 que el propio Morenés ha fijado como límite futuro. Mientras que, como ha escrito hace poco José Javier Espaza, las Fuerzas Armadas portuguesas cuentan con más de 40.000 personas y las de Marruecos (con su nueva base naval en el Estrecho de Gibraltar) sobrepasan los 300.000.
Y no es el poder político no tenga intención de dotarse de medios para ejercer la violencia o recursos para ello. En el ámbito interno, los miembros de las diversas policías del Estado (centrales, autonómicas y locales) son más de 250.000 agentes (esta cifra no incluye “mandos” tipo oficial y suboficial) del orden a finales de 2013, a los que hay que sumar más 82.000 vigilantes privados. Y al hablar de mandos recordemos que la Guardia Civil cuenta con cuatro Tenientes Generales, en una época en que muchos de sus compañeros de promoción en “la General” se retiran sin llegar a Coronel por falta de vacantes; los mandos de la Guardia Civil son un total de 6.000 y otros tantos los de la Policía Nacional.
120.000 militares más 9.000 reservistas (los de la UME más los voluntarios) es una cifra ridícula frente a los 256.000 “uniformados” más los 82.000 “vigilantes” (a los que, además, se les quiere dar atribuciones de agentes de la Autoridad). 130.000 frente a unos 360.000 es una proporción que lo dice todo: tres veces más. Y los sueldos “reales” de unos y otros funcionarios no son comparables.
Pero el determinante de la cuestión del personal es que se ha “funcionariado” al mismo, de forma que no se fomentan los valores marciales y sí los “civiles”. Ello además de que se le ha sometido a un sistema de selección absolutamente injusto para las personas e ineficaz para la Institución: la selección a dedo pura y dura. Prácticamente la mayoría de las vacantes de Capitán para arriba son de “libre designación” (ni baremo ni nada), los informes anuales de “evaluación” siguen siendo secretos (nulo instrumento para reconducir las conductas detectadas como poco adecuadas, aunque un modo de coacción muy eficaz), y, como remate, los únicos méritos que no se contemplan como tales son los obtenidos en combate (el reglamento de condecoraciones no contempla los ascensos por méritos de guerra o el avance en la escala).
Otro exponente del demérito en el que han caído los Ejércitos españoles es protocolo del Estado. Sea en el ámbito de la Administración Central como en el de las Autonomías, las Autoridades Militares ocupan lugares, digámoslo así, modestísimos, y, en todo caso, muy por debajo del que ocuparon durante siglos.
Y, hablando de ofensas, pues de eso se trata, el paradigma pude ser la Pascua Militar o la “Memoria Histórica”, a elegir. En la primera los militares han pasado de ser los anfitriones a figurar como invitados más o menos coloristas. En cuanto a la segunda, culminación de la desaparición de Daoiz, Velarde, Ruiz (después de siglos), Moscardó y Franco de los “escalafones”, los mandos militares “se han visto obligados” a quitar a sus laureados de dentro de sus propios cuarteles.
En cuanto a la destrucción de la industria de defensa, un exponente claro es que aquí ya no somos capaces de fabricar íntegro una pistola, fusil de asalto, un mortero o un cañón.
Y de la desamortización de las propiedades inmobiliarias de Defensa ha llegado al límite práctico, salvándose solo, y de momento, aquellas que no se pueden vender por ser donaciones condicionadas “al ramo de guerra” y las que actualmente tienen apretados ocupantes. Otro ejemplo: después de años de desamortización acelerada (todas las casas militares, prácticamente todos los hospitales, todas las baterías de costa, numerosísimos cuarteles, polvorines y campos de tiro, casi todas las fábricas militares, etc), Defensa tiene aun previsto desprenderse de otras 358 instalaciones (86 en los próximos tres años y 77 a continuación).
Respecto al suicida e impresentable Presupuesto de Defensa, la obra del General Francisco Pérez Munielo El Gasto de Defensa en España 1946-2009, editada por Defensa, es totalmente esclarecedora, por lo rigurosa y “políticamente aséptica”; y recordemos que desde 2008 se ha reducido un 36 % el ya bajísimo total del mismo. Esos presupuestos, además, se ven gravísimamente comprometidos con las caras, en vidas y recursos (materiales y económicos), y contraproducentes (frente a nuestros vecinos del Sur) “Misiones Exteriores” que, además, han agotado cuantas posibles “reservas de material” existían.
Las citadas misiones son, por otra parte, la quinta esencia del despropósito: se lucha en el extranjero “contra el terrorismo”, cuando en nuestro suelo ni lo hemos hecho ni lo tenemos previsto. Y eso desde tiempos de Gutiérrez Mellado, quien lo achacaba a no contar con un ejército profesional (caso de los ingleses en Irlanda). Estas misiones, además, desgastan a las poquísimas unidades existentes, por las obligadas rotaciones, y dejan el territorio nacional desprovisto de parte de sus reducidas defensas. En casos como en la rama de Sanidad, ya de por sí perseguida y depredada, la reiteración en las citadas misiones ha sido objeto de que muchos profesionales pidieran la baja.
Nos ha gustado mucho el artículo de José Javier Esparza, al que solo añadiremos que se equivoca al decir que “los Gobiernos españoles han confundido la política exterior con el comercio exterior y la política de defensa con la industria de defensa”. No ha habido equivocación, sino perfecta planificación.
Recientemente el Ministro de Defensa ha dicho a la COPE: “Estamos alcanzando un límite de calidad que no ha tenido en toda su historia, ni por la calidad humana hasta los medios que tiene. … Los grandes programas de armamento que se hicieron hace unos años han permitido unas FFAA como nunca las han tenido su historia”. Todo parecido con la realidad no llega ni a coincidencia, pues, ya se sabe: “del enemigo el consejo” y “dímelo al revés para que lo entienda”.
Se diga lo que se diga, estos “ejércitos funcionariales” de nuestros días, NO profesionales (como mucho, solo una cuarta parte de la Tropa alcanza la condición de “permanente”), mal pagados, peor considerados, y con la moral por los suelos, son los que ven como se amenaza clara e impunemente la unidad de la Patria, en el interior, ante el silencio y la dejación culpable de las Autoridades responsables, y se la condena a la práctica indefensión en el exterior, ámbito este último donde incluso nuestros “aliados” de Gibraltar, por ejemplo, aunque no solo ellos, nos humillan continuamente.
* El ‘Colectivo Alborán’ lo forma un grupo de altos mandos del Ejército español, retirados y en activo, que cuentan con una cualificada experiencia militar y una notable preparación académica. A todos ellos les une un denominador común: el amor a España y la preocupación ante los acontecimientos que vive nuestra nación.
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